miércoles, 16 de noviembre de 2016

VATICANO II: EL CONCILIO ANTI-MARIANO







Gaude, Maria Virgo: cunctas hæreses sola interemisti in universo mundo.
Pero Vos sois, oh Madre santísima, Vos sois y habéis sido la roca contra la cual se han estrellado todos los errores y Vos lo seréis siempre. Vos sola habéis triunfado sobre todas las herejías: apenas se ha levantado una en el mundo cristiano que no os haya atacado; y no hay una sola que no haya sido confundida por Vos: cunctas hæreses sola interemisti in universo mundo, reconoce toda la Iglesia con san Agustín: “la victoria que habéis alcanzado, y que alcanzaréis en todos tiempos sobre todos vuestros enemigos, completará vuestro triunfo”.  (Anuario de María, M. Menghi - D’Arville)


Si todas las herejías han atacado a la Santísima Virgen María, ¿qué será el modernismo que es la cloaca de todas herejías? ¿Cómo no la va a atacar si Ella es quien aplastará la cabeza de la serpiente infernal? Pero el modernismo no ataca a Nuestra Madre de manera abierta como Nestorio, Lutero o Calvino o cualquier otro heresiarca. Poco a poco, el modernismo ha querido despojarla de sus prerrogativas, de sus glorias, de la devoción del pueblo cristiano hacia Ella.

Dijo Sor Lucía de Fátima al P. Fuentes: 

“Padre, la Santísima Virgen no me dijo que nos encontramos en los últimos tiempos del mundo, pero me lo dio a demostrar por tres motivos: el primero, porque me dijo que el demonio está librando una batalla decisiva con la Virgen y una batalla decisiva es una batalla final, en donde se va a saber de qué partido es la victoria, de que partido es la derrota. Así que ahora, o somos de Dios o somos del demonio; no hay término medio”.

El Tercer Secreto de Fátima debía revelarse en 1960, pues en esta fecha sería más claro. En este año, luego de leerlo, el papa Juan XXIII lo desechó diciendo: Esto no concierne a mi pontificado. Después el papa jamás quiso escuchar hablar de Fátima. El futuro cardenal Oddi le preguntó por qué no revelaba el secreto. “No me hable de eso”, respondió el papa. Pero Monseñor Oddi insistió: “Si usted quiere, yo no le hablaré más, pero no podré impedir a la gente de hablar de ello. Yo mismo tuve que hacer una centena de sermones para anunciar su revelación”. De nuevo el papa le respondió: “Ya le dije que no me hable de él”. (Mystères et vérités cachés du troisième secret de Fatima pág. 138).

Juan XXIII inauguró el Concilio, en octubre de 1962, con un discurso que se hizo célebre por sus poco afortunadas ironías sobre los niños de Fátima: “Nos parece justo disentir de tales profetas de calamidades, avezados a anunciar siempre infaustos acontecimientos, como si el fin de los tiempos fuese inminente”. (Antonio Socci, el Cuarto Secreto de Fátima).

Nuestra Señora de Fátima pidió al papa y los obispos de todo el mundo la Consagración de Rusia a su Corazón Inmaculado. Si se realizaba, habría paz, de lo contrario, Rusia esparcirá sus errores por el mundo promoviendo guerras y persecuciones contra la Iglesia. 

Entonces, no solo no se publicó el secreto en 1960, tampoco se realizó (hasta hoy) la Consagración de Rusia. El papa Juan XXIII rechazó el remedio dado por el Cielo y prefirió el remedio humano diplomático, ecumenista, conciliador. 

En 1963, en la segunda sesión del concilio, la Comisión presentó un documento preparatorio "De la bienaventurada Virgen María, Madre de Dios y Madre de los hombres" (De beata Virgine Matre Dei et hominum), que de acuerdo con el proyecto original, sería un decreto por separado. Además, 313 padres firmaron un voto para que el Concilio definiera de manera solemne el dogma de María Mediadora de todas las gracias y confirmara su título de Corredentora. Al P. Karl Rahner esto no le gustó en absoluto. En un texto escrito a todos los participantes de la conferencia de Fulda en agosto de 1963, expresó su gran preocupación respecto al documento. Si el texto fuese adoptado, “causaría un daño inimaginable desde el punto de vista ecuménico, tanto para los Orientales como para los Protestantes”. Rahner sugirió que para reducir su importancia era necesario presionar, con toda la insistencia posible, para que el esquema se convirtiera en un capítulo, o el epílogo, del esquema sobre la Iglesia. Esto, para él, sería “la manera más fácil de suprimir del esquema las afirmaciones que teológicamente no están suficientemente desarrolladas y sólo ocasionarían un daño incalculable desde el punto de vista ecuménico”.


El 29 de octubre de 1963, se puso la siguiente pregunta para votación: “¿Les place a los Padres conciliares que el esquema respecto a la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia, sea revisado para convertirse en el capítulo VI del esquema sobre la Iglesia?”Los resultados de la votación fueron de 1114 a favor y 1074 en contra. (Fuente)

En este día por la noche, el P. Congar, a quien Juan Pablo II nombrará cardenal, anotó en su diario: “La mariología, por lo menos la que siempre quieren agregar, es un verdadero cáncer”.  (Mystères et vérités cachés du troisième secret de Fatima pág. 365)

Por su parte el P. Berto, teólogo de Mons. Lefebvre durante el concilio, escribió después de esta votación: “El trabajo fue formidable, esto no es nada; fue sobre todo doloroso. ¡Cuántas veces, después de los votos del 29 y 30 de octubre, yo lloré, estallé en sollozos sobre estas pobres hojas que cubría de escritura! El castigo de Dios vino sobre estos votos. […] El funesto voto de la víspera, apostatando del Evangelio de las bodas de Caná, lejos de invitar a la Santísima Virgen, le significó su despido. ¡Ella estorbaba! La Virgen estorbaba el Concilio que la invitó a salir. ¡Oh! Ella no se lo hizo decir dos veces. La tierra no tembló, el rayo no cayó en San Pedro. La Virgen María salió discretamente en un profundo silencio; tan discretamente, en un silencio tan profundo, que ella no dijoVinum non habent, y los destinos de la segunda sesión fueron sellados”.




Y no solo esto. Todos los puntos mencionados por Nuestra Señora en Fátima fueron ignorados en el Vaticano II: La devoción a su Corazón Inmaculado no fue ni siquiera mencionado, en cambio, su fiesta, doble de segunda clase, fue rebajada a una simple memoria facultativa. El infierno, que tanto terror causó a los niños videntes, ni siquiera fue mencionado en las actas del concilio. ¡El Rosario, el cual Nuestra Señora pidió en todas sus apariciones que se rezara, no tuvo el derecho ni de una sola mención! Y no solamente fue ignorado, peor que eso: el concilio rechazó claramente reconocer el rosario como oración litúrgica de la Iglesia. Durante la tercera sesión, el Cardenal Cerejeira, apoyándose en la petición de ciento trece obispos, pidió modificar el n° 67 de Lumen Gentium de la siguiente manera: “Que a las “prácticas y ejercicios de piedad” sea agregado: “entre las cuales se distingue el rosario”. Pero la comisión encargada de preparar el capítulo sobre la Virgen María juzgó que “el concilio no debía designar una devoción particular”. (Mystères et vérités cachés du troisième secret de Fatima pág. 362).

Debido al ecumenismo, el concilio ignoró absolutamente el pedido de Nuestra Señora de rezar por la conversión de los pecadores. El concilio asimismo se negó a tener en cuenta la condenación del comunismo por la Santísima Virgen en su mensaje del 13 de julio de 1917 y permaneció mudo sobre el flagelo del siglo XX.

De este modo el concilio se pronunció contra el mensaje de Fátima. Todos los temas abordados en el secreto de Fátima fueron descartados de los debates del concilio, incluso podemos decir que fue en una dirección diametralmente opuesta. Se puede decir que el concilio Vaticano II fue un contra-Fátima así como fue un contra-Syllabus.

Luego del concilio, un tal “Grupo ecuménico de Dombes” tomó un gran impulso. Fundado en 1937 por el P. Couturier y el pastor protestante suizo Baümlin, reúne unos cuarenta teólogos; durante mucho tiempo se ha reunido en la abadía cistercense de Nuestra Señora de Dombes que le dio su nombre. Se ha dado por tarea, entre otras cosas, durante más de diez años, “el reflexionar de manera constructiva sobre las “piedras de tropiezo” marianas entre católicos y protestantes”.

Para ellos, “La figura de María está marcada por la historia de nuestras divisiones, pero Ella ha sido iluminada con una nueva luz por el concilio Vaticano II. Al rechazar un texto separado sobre la Virgen María, los Padres conciliares reemplazaron la reflexión teológica a su respecto en el conjunto de la teología cristiana y la han reconducido a sus fuentes en la Escritura y la Tradición de la Iglesia”. Es así que presentan una conclusión en su escrito “La bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de su Iglesia”

Allí se afirma también: 

“La auténtica doctrina católica debió evitar los excesos de la devoción Mariana”. 

“Sobre el plan dogmático, la proclamación de los dogmas de la Inmaculada Concepción y de la Asunción concierne solo a la Iglesia romana que las formuló. En la medida que esta Iglesia se estime comprometida por sus propias declaraciones sobre la “jerarquía de verdades”, ella debería reconocer que estos dos dogmas, puesto que no pertenecen a la expresión común de la fe al momento de la separación, no pueden obligar a otros cristianos. En efecto, la afirmación de la “jerarquía de verdades” en el Vaticano II ya no permite sostener, sin poner muchos matices, ciertas afirmaciones anteriores. Sin duda que la fe es siempre la misma en tanto que ella responde a la autoridad de Dios revelándose. Pero además de la dimensión histórica y humana de su transmisión, ciertas declaraciones son tan fundamentales que se sostienen en el símbolo mismo de la fe; las otras son subordinadas a las primeras”.  (Fuente)




En 2001, la Pontificia academia mariana concedió su premio al grupo de los Dombes por su trabajo sobre la Virgen María. (Fuente)

Ya en 1996 el papa Juan Pablo II invitó a esta misma Pontificia Academia Mariana que en ese año iba a celebrar su XII Congreso Mariológico Internacional en Polonia, a estudiar la posibilidad de la definición de los títulos marianos de Mediadora, Corredentora y Abogada. Tras varias reuniones de trabajo, la Comisión publicó una declaración donde se hacen las siguientes afirmaciones:

Los títulos propuestos –Corredentora, Mediadora y Abogada- resultan ambiguos ya que pueden entenderse de diversos modos. Nos ha parecido además que no es conveniente abandonar la línea teológica seguida en el concilio Vaticano II, el cual  no ha querido definir ninguno de ellos: no utilizó en su magisterio el título de Corredentora; y de los títulos Mediadora y Abogada ha hecho un uso muy sobrio (Lumen Gentium 62) Aunque se atribuyeran a esos títulos unos contenidos por los que se pudiera aceptar su pertenencia al depósito de la Fe, su definición, en la actual situación, no resultaría, sin embargo, teológicamente conveniente, en cuanto que tales títulos y las doctrinas inherentes a ellos, necesitan todavía una ulterior profundización y una renovada perspectiva trinitaria, eclesiológica y antropológica. Finalmente, los teólogos, especialmente los no católicos, se han mostrado sensibles a las dificultades ecuménicas que implicaría una definición de los susodichos títulos”. (Osservatore Romano, 4 de junio de 1997, 10).

Vemos entonces que en primer lugar los dogmas de la Inmaculada Concepción y de la Asunción son el estorbo para la “reconciliación” entre católicos y protestantes. Se “resuelve” el punto invocando la “jerarquía de verdades” establecida en el concilio Vaticano II. En segundo lugar, se impide la definición del dogma de la Mediación de la Santísima Virgen y su título de Corredentora y Abogada. En tercer lugar se insiste en volver a las “fuentes en la Escritura”, remarcar que Lutero y demás heresiarcas creían en la Virginidad y Maternidad de Nuestra Señora (ver acá), olvidando que Lutero entre otras herejías dijo: 

“Que la Virgen María haya sido concebida sin pecado original, de esto no hay una sola palabra ni en el evangelio ni en otras partes de las Escrituras” (Sermón sobre Lc. 11.27-28)

La Madre María es, en verdad, digna de alabanza; pero al alabarla debemos tener mucho cuidado de no perder de vista al Hijo que Ella os dio”. (Sermón sobre Is. 9: 1-7)

“Cuanto más méritos y dignidad se atribuyen a María, tanto más mengua la gracia divina y se reduce la verdad del Magníficat” (Obras de M. Lutero, Tomo VI, pág. 402).

El papa quiere que se ore en el nombre de la Virgen María; esto no significa alabar a María, sino deshonrarle de la peor manera y convertirla en un ídolo (Segundo sermón sobre el Magníficat).

María, la amada y santa Virgen y Madre de Dios, fue convertida en el papado en execrable ídolo (Comentario de Gén. Cap. 6: 1-5).

El cántico Salve Regina es una gran blasfemia contra Dios pues allí se la llama a María “madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra”. Y no mucho mejor es el cántico Regina Coeli, donde llaman a María “Reina del Cielo” (Sermón sobre Mat. I: 1-16).

En 2015, el P. Raniero Cantalamessa predicó el retiro de Adviento al papa Francisco y a la curia romana. Allí afirmó:

La novedad más grande del trato conciliar sobre la Virgen consiste, como se sabe, precisamente en el lugar en el que se inserta, y es eso en la constitución sobre la Iglesia. Con eso el Concilio – no sin sufrimientos y laceraciones- realizaba una profunda renovación de la mariología, respecto a la de los últimos siglos. El discurso de María ya no es en sí mismo, como si ella ocupara una posición intermedia entre Cristo y la Iglesia, sino reconducido, como había sido en la época de los Padres, en el ámbito de esta última. María es vista, como decía san Agustín, como miembro más excelente de la Iglesia, pero un miembro de ella, no fuera, o encima. […]

Lo que quisiera hacer es poner de relieve la importancia ecuménica de esta mariología del Concilio, es decir, cómo podría contribuir – y está contribuyendo- a acercar a católicos y protestantes sobre este delicado terreno y controvertido que es la devoción a la Virgen. […]

No es este el lugar para hacer una revisión histórica, quiero solamente decir cuál camino me parece la salida de esta triste situación sobre María. Tal camino pasa por un sincero reconocimiento por parte de nosotros los católicos por el hecho de que muchas veces, en los últimos siglos, hemos contribuido a volver a María inaceptable a los hermanos protestantes, honrándola a veces de manera exagerada y desconsiderada, y sobre todo no colocando tal devoción dentro de un cuadro bíblico bien claro que dejara ver su rol subordinado respecto a la Palabra de Dios, al Espíritu Santo y al mismo Jesús. La mariología en los últimos siglos se había vuelto una fábrica continua de nuevos títulos, nuevas devociones, muchas veces en polémica con los protestantes usando a veces a María -¡nuestra madre común!- como un arma contra ellos. 

El colmo: el día 13 de octubre, 99 aniversario del Milagro del Sol en Fátima y comienzo del centenario, el papa Francisco recibió a un grupo de luteranos en el aula Paulo VI, donde se colocó una estatua de Lutero en el lugar de honor y le fue regalado un libro de lujo con las 95 tesis del heresiarca. La Santísima Virgen fue de nuevo abofeteada, al igual que en el escandaloso viaje de Francisco a Suecia.

(Y entre paréntesis, ¿qué podemos pensar cuando Mons. Fellay fue recibido el mismo 13 de octubre por Francisco? Sin olvidar, por supuesto, la extraña imagen que pintaron en la capilla de la FSSPX de Madrid queriendo hacerla pasar por la Virgen María).

Así que, siendo el concilio Vaticano II el origen de esta tremenda Revolución en contra de la Virgen María y contra Fátima, este mismo concilio, como dice Mons. Williamson, es el obstáculo para la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María. No debemos aceptar este concilio ni siquiera a la “luz de la Tradición”.

Como dijo Mons. Lefebvre: Nosotros hemos querido conservar la fe y abandonar ese medio que quería convertirnos en protestantes, que quería hacernos abandonar nuestra santa Religión. Entonces huyamos para conservar nuestra fe, y reunámonos donde podamos, allí donde el Buen Dios o la Providencia nos indique, un lugar donde podamos reunirnos para conservar la fe. (Sermón del 22 de diciembre de 1990)

No debemos rendirnos: “la Santísima Virgen, en estos últimos tiempos en que estamos viviendo, ha dado una nueva eficacia al rezo del Santo Rosario. De tal manera que ahora no hay problema, por más difícil que sea, sea temporal o sobre todo espiritual, que se refiera a la vida personal de cada uno de nosotros; o a la vida de nuestras familias, sean familias del mundo o Comunidades Religiosas; o la vida de los pueblos y naciones. No hay problema, repito, por más difícil que sea, que no podamos resolver ahora con el rezo del Santo Rosario”. (Entrevista a Sor Lucía por el P. Alonso).

Y no lo olvidemos, el decreto ya ha sido firmado por el Altísimo: “Al fin mi Corazón Inmaculado triunfará”.




Pidamos como San Pio X: Oh, Virgen Santísima, que habéis sido agradable al Señor y os convertisteis en su Madre; Virgen Inmaculada en vuestro cuerpo, en vuestra alma, en vuestra fe y en vuestro amor, mirad con ojos benévolos a los infelices que imploran vuestra poderosa protección. La serpiente infernal, contra quien fue lanzada la maldición primera, continúa combatiendo y tentando a los pobres hijos de Eva. Vos, Madre nuestra bendita, nuestra Reina y Abogada, vos que habéis aplastado la cabeza del enemigo desde el primer instante de vuestra concepción, acoged las plegarias que, unidos a vos en un solo corazón, os rogamos presentéis ante el trono de Dios, para que jamás nos dejemos arrastrar a las emboscadas que nos son preparadas, sino que alcancemos el puerto de salvación y que, en medio de tantos peligros, la Iglesia y la sociedad cristiana canten una vez más el himno de la liberación, de la victoria y de la paz. Amén.